Pecamos de humanizar a nuestros animales, pensando que de esta forma les hacemos bien, cuando realmente se trata de lo contrario: el perro necesita ser perro y ponerle límites es esencial.

 

En la actualidad, somos muchos los propietarios de perros que compartimos la vida con nuestras mascotas. Disfrutamos de los paseos diarios, las escapadas de fin de semana, los domingos en la terraza de una cafetería, la convivencia dentro de casa y muchas otras parcelas de nuestra relación. O, al menos, eso sería lo ideal.

Sin embargo, podemos preguntarnos por qué cada día hay más personas que no disfrutan de este tipo de placeres con sus perros.  Vamos a detallar el origen del problema:

En primer lugar, existe un gran problema de humanización de los canes. Es tal el egocentrismo de la especie humana que tendemos a pensar que los perros, y muchos otros animales, responden a nuestras mismas necesidades. Se trata de una empatía mal enfocada que ha llevado a muchos a tratar a los perros como si fuesen personas, pensando que están haciendo un favor a sus mascotas, y es ahí donde reside la clave del problema.

 

 

En segundo lugar, existen ciertas corrientes pseudoanimalistas que no hacen sino agravar el conflicto. Pensando en “lo mejor para mi perro”, caen en una dinámica de exceso de privilegios y total falta de límites, como si fuesen padres/madres que tuviesen que proferir un amor incondicional, desmesurado y desinteresado a sus mascotas. Además, tienen como regla principal la imposibilidad de corregir o decir que no a su perro en algunas situaciones por miedo a que se frustre o por el eco que produce la palabra “maltrato”.

En consecuencia, un perro con este tipo de educación diaria suele desarrollar problemas de comportamiento más pronto que tarde. Suelen ser mascotas con falta de autocontrol que siempre tienen comida a su disposición, duermen en la cama con los dueños, hacen sus necesidades dentro de casa, tiran de la correa en el paseo, empiezan a no ser sociables con otros perros, no vienen a la llamada, etc.

 

 

Toda esta falta de disciplina nos lleva a un animal que no disfruta de su día a día porque no puede hacer cosas de perro. No puede estar suelto porque se pelea con otros o porque no obedece a la llamada y se hace daño en el cuello o en el pecho (ya lleve collar o arnés) porque tira mucho de la correa. Tenemos un perro cada día más estresado y todo por no poner límites y enseñar qué se puede hacer y qué no.

Para concluir, es importante que recordemos que un perro es un animal completamente distinto a nosotros. No piensa como nosotros, no siente como nosotros, no necesita lo mismo que nosotros. Es diferente.

De esta manera, igual que una planta requiere de unos cuidados y no tratamos de humanizarla, lo mismo debemos hacer con nuestra mascota. Solamente educando a nuestro perro de una manera real, con premios y correcciones, marcando unos límites, podemos aspirar a disfrutar de una vida en común, compartiendo tiempo en casa y en nuestras salidas de ocio.

 

¿Tiene tu perro problemas por falta de límites? ¿No socializa de forma adecuada? ¿No puedes llevarlo contigo e incorporarlo a tus planes de ocio?