En la teoría creemos saber cómo hacer entender a nuestro perro que se ha portado mal, que no puede repetir una conducta, pero en la práctica cometemos errores muy comunes de forma involuntaria ¡Te contamos cómo evitarlos!
En la sociedad actual, nuestra relación con los perros se ha estrechado tanto que muchos de nosotros los consideramos no solamente parte de la familia, sino también nuestros hijos. Es a raíz de esta suposición, esta equivocadísima aseveración, cuando comienzan nuestros problemas con ese compañero, esa mascota a la que tanto queremos.
En este artículo nos centraremos en qué ocurre cuando no ponemos límites o regañamos a nuestra mascota y en las maneras incorrectas más comunes de hacerlo.
En primer lugar, como hacemos con las personas, ya sean amigos, pareja, familia, etc. debemos poner límites a nuestro perro. Se trata de reglas no escritas, pequeñas líneas rojas que no deben cruzarse y que deberán respetarse tanto en la calle como en casa.
Si nuestro perro no sigue una disciplina para respetar los límites, acabaremos teniendo, más pronto que tarde, un perro déspota, caótico y anárquico, sin ningún orden en su vida, que hace en cada momento lo que quiere, ya sea tirar de una correa, ladrar, mordernos las manos, subirse a la mesa, orinar en casa, saltar encima de los invitados, etc.
De este modo, no poniendo limitaciones al comportamiento de nuestro amigo, no corrigiendo su conducta cuando es necesario, contribuiremos al empeoramiento de su carácter y a un notable deterioro de su calidad de vida puesto que, si se porta mal en muchas situaciones, ¿a qué sitios podré llevarlo conmigo? ¿Qué actividades interesantes podrá disfrutar junto a mí? Ninguna.
Llegados a este punto y siendo conocedores de la necesidad de cambio en nuestra rutina diaria a través de la implantación de nuevas reglas, debemos plantearnos qué métodos son equivocados y cuáles no.
Hablaremos de los cuatro errores más comunes que cometemos al castigar a nuestro perro y presentaremos sus respectivas variantes correctas.
1.- Tratar de explicarnos con palabras.
El error más extendido es el de tratar de explicar con palabras a mi perro que lo ha hecho mal, como si tuviese la capacidad de entender el significado de mis frases.
Del mismo modo que, cuando queremos que se siente, le decimos una orden del tipo “sit”, cuando queramos que deje de hacer algo, tendremos que introducir una palabra del tipo “no” con un tono enfadado, para que comprenda que no es una acción deseada por nosotros.
Si hiciera falta, podemos asociar una consecuencia negativa, a modo de susto (y nunca desde el plano físico) a ese “no”.
2.- Tratar de intimidar a nuestro perro.
Otra de nuestras equivocaciones suele ser tratar de intimidar a nuestro perro, o incluso humillarlo, a la hora de reñir.
Esta conducta no es moral ni eficaz.
A la hora de castigar, debemos hacerlo como lo hacen los mismos canes: de forma rápida, eléctrica y, al instante siguiente, seguir con lo que estábamos haciendo, restándole importancia a lo sucedido. Evitaremos, así, mirarlo fijamente tras haberle reñido. Queremos que entienda el castigo, no traumatizarlo.
3.- Utilizar un tono y una consecuencia incorrectas.
En tercer lugar, y no por ello menos frecuente, muchos de nosotros tratamos de reñir a nuestro amigo con un “no” pero, tanto el tono que empleamos como la consecuencia negativa con la que intentamos asociarlo son incorrectos.
Caemos en el error de reñir con tono de broma e, incluso, utilizar las manos para castigar (él lo va a considerar un juego). Así, aunque tratamos de frenar un comportamiento, lo que estamos provocando es que lo repita más veces y mejor, pues le estamos premiando involuntariamente por hacer algo que no debe.
Para reeducarnos en este aspecto, echemos un vistazo a la solución planteada en el primer apartado.
4.- Regañar pasado un tiempo de la acción.
Reñir a un perro cuando ya ha pasado un tiempo no solo no sirve de nada, sino que provocará confusión en nuestro animal, que no comprende por qué lo estamos regañando.
Los perros no pueden asociar nuestro castigo con algo que han hecho hace tiempo y, por ello, se sentirán confusos y perdidos.
Nuestro “no” ante una conducta incorrecta de nuestro perro debe ser inmediato a la acción.
Como conclusión, tengamos en cuenta que, para tener un perro estable y sano emocionalmente, debemos intercalar recompensas y correcciones. Así, nuestro amigo entenderá qué debe hacer y qué no está permitido y cada día premiaremos más y castigaremos menos. Además, habremos logrado mejorar la comunicación con él y, tanto él como nosotros, seremos más felices y disfrutaremos de nuestros momentos juntos.
¿Cuál es la reacción de tu perro cuando lo regañas? ¿Es un perro obediente que entiende cuándo algo no debe hacerlo? Por el contrario ¿te cuesta hacerle entender que su comportamiento no se puede repetir? ¡Cuéntanos!
Ngorong Ngorong
Escuela de adiestramiento y educación canina
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